El concepto de ambientación lo definimos como el conjunto de elementos que
sirven para ambientar, es decir, para sugerir mediante pormenores verosímiles
unos rasgos que acompañan la actividad, y la completan.

La ambientación rodea nuestros objetivos, los
envuelve, permitiendo que estos llamen antes la atención, y permanezcan durante
más tiempo en la memoria del participante que ha sido espectador. Si recuerda
durante más tiempo nuestra ambientación, recordará más tiempo los objetivos, ya
que a su vez, han calado más profundamente.

Podríamos decir mucho sobre la importancia de la ambientación, pero en base esa es la clave: es un envoltorio. Habrá quien diga que envolver un regalo no es importante porque, lo esencial, es lo de dentro, el regalo en sí. Y tendría razón: la ambientación no es lo importante.

Lo importante es lo de dentro, nuestros objetivos, el mensaje que le llega al participante y su metodología. Pero lo que conseguimos con la ambientación es bien sencillo: llamar la atención para que el mensaje cale antes y más profundamente, y conseguir que este se recuerde por más tiempo.

Si una persona en el futuro se acuerda de nuestra ambientación, recordará nuestro mensaje, consciente o inconscientemente, en mayor o menor medida.

Además como buen efecto de envoltura, la ambientación puede diluir nuestros fallos, o magnificar lo que estamos transmitiendo: podemos crear una actividad que quizás no sea de las mejores pero que en ese momento es la que tenemos para ofrecer y cubrir la demanda del participante que, si la envolvemos correctamente con una buena ambientación, puede convertirse en una de las mejores actividades que hayamos hecho nunca.

Recordamos que en Tiempo libre una de las actividades reina es la animación y el espectáculo, por lo que a todas las actividades debemos darle un punto de ilusión, de fantasía, de alegría, de diversión, de sorpresa, de grandeza,… es decir, un punto de ambientación.